Cuando la tierra de un jardín se seca, siempre tiene consecuencias. Se agrieta, libera agua a la superficie, se calienta demasiado rápido y acaba por empobrecer la vida microbiana subterránea. Mucha gente lo atribuye a la simple falta de riego o a los efectos del calor. Sin embargo, la sequedad del suelo suele ser consecuencia de una combinación de factores relacionados con la naturaleza del propio suelo, el clima y, especialmente, los hábitos de jardinería adoptados. A veces, sin darnos cuenta, agravamos el problema con malas prácticas. Afortunadamente, existen soluciones naturales y sostenibles para mejorar la retención de agua y la estructura del suelo. Para mantener un jardín sano incluso en pleno verano, es mejor comprender las causas de esta sequedad y aplicar remedios sencillos pero eficaces que fomenten la vida del suelo y protejan las plantas.
Resumen
Por qué se seca la tierra: comprender el fenómeno para solucionarlo
La sequedad del suelo no se debe únicamente a la intensa luz solar o a la falta de lluvia. De hecho, la propia composición del suelo juega un papel fundamental. Un suelo demasiado arenoso, por ejemplo, permite que el agua se drene más profundamente rápidamente. De igual manera, cuando la estructura del suelo es deficiente, el suelo arcilloso puede formar una costra superficial que impide la penetración del agua. Además, un suelo sin materia orgánica se vuelve inhóspito para las lombrices y los microorganismos, elementos esenciales para una buena aireación y retención de agua.
Además, la falta de acolchado, el riego inadecuado o la labranza excesiva agravan este fenómeno. El viento, en la superficie, evacua la humedad residual, mientras que los rayos del sol calientan la tierra desnuda. El resultado: el suelo se vuelve polvoriento, hidrófobo e incapaz de nutrir adecuadamente a las plantas.
Sistema de riego por goteo para huertos de pepinos, suelo seco y agrietado, grietas en el suelo
Hábitos de jardinería que empeoran la sequedad del suelo
Sin saberlo, muchos jardineros perpetúan esta sequedad mediante prácticas inadecuadas. Labrar la tierra en profundidad, especialmente con maquinaria motorizada, rompe los túneles naturales y altera los microorganismos. Este arado intensivo, a menudo motivado por buenas intenciones, termina compactando el suelo y haciéndolo menos vibrante.
Otro error común: dejar la tierra desnuda entre plantaciones. El suelo descubierto se convierte en una zona seca y dura, hostil para la biodiversidad subterránea. El riego abundante pero espaciado, a menudo durante el día, no penetra adecuadamente en el suelo y se evapora en gran medida. Además, algunos fertilizantes químicos empobrecen la microfauna y desequilibran la estructura del suelo a largo plazo. Por lo tanto, es crucial reevaluar estos hábitos para preservar mejor la humedad y promover la dinámica natural.
Use mantillo para limitar la evaporación de suelos que se secan fácilmente.
Una de las medidas más efectivas es el mantillo. Esta cubierta vegetal u orgánica protege el suelo de los rayos del sol, ralentiza la evaporación y mejora la vida microbiana. El mantillo también crea una barrera contra las fuertes lluvias que compactan el suelo. Los materiales más beneficiosos son aquellos que se degradan lentamente mientras nutren el suelo: virutas de madera, paja, hojas muertas trituradas o helechos secos. Se recomienda mantener una capa de aproximadamente 5 a 10 cm alrededor de las plantas, sin obstruir los cuellos de las raíces. Esta sencilla acción transforma radicalmente la capacidad del suelo para retener agua, reduciendo al mismo tiempo la frecuencia de riego.
Acolchado para regar las plantas con menos frecuencia.
Enmienda el suelo seco e infértil con materia orgánica.
El primer paso para mejorar un suelo seco es enriquecerlo. Incorporar regularmente compost maduro, estiércol bien descompuesto o tierra para macetas rica en humus ayuda a reestructurarlo en profundidad. Estos aditivos nutren a las lombrices, que airean el suelo de forma natural y crean túneles que favorecen la infiltración del agua. También es recomendable utilizar enmiendas específicas como polvo de roca o bentonita, especialmente para suelos demasiado ligeros. Sin embargo, la adición de materia verde, como recortes de césped, debe hacerse con moderación y siempre mezclada con elementos secos para evitar la fermentación.
Adapte sus métodos de riego a sus necesidades reales.
Un riego, a menudo mal calibrado, contribuye significativamente a la sequedad del suelo. Para evitarlo, es mejor regar con menos frecuencia, pero con mayor profundidad, para que el agua llegue a las raíces. Lo ideal es regar desde la base, temprano por la mañana o al final del día, con un caudal moderado y continuo. Instalar oyas o botellas invertidas en la tierra ayuda a distribuir el agua.